sábado, 3 de mayo de 2014

El arte de hacer lo imposible.

Esa madrugada se dijo que cualquier cosa podía ser posible, podría transformar los golpes de esa batería en su pecho, en el latido de su corazón, en el centro de su vida.
Se dijo que podía ser un pájaro, impulsado por el viento que soplaba él a través de su armónica, que podría mirarlo a los ojos y entrar dentro, muy dentro. Arquear su espalda hasta tal punto de partirse para convertirse en otra cosa. Y lo logró, se llenó de veneno y lo escupió, tragando una gran cantidad antes, se le tornó la cara, se le dio la vuelta a la cabeza y ahora andaba al revés, sin parar de mirarlo.
Sus manos eran culebras que no paraban de pasar la una al lado de la otra para retarse, era como una batalla que no acababa, las uñas arrastraban todo a su paso, dejando el camino marcado para volver a equivocarse. Se perdieron cantidades impresionantes de tiempo, entre una o dos curvas, y algunas que otras rectas. Entraron en cuevas oscuras y se lavaron el pelo en sudor, sin miedo ninguno. La vergüenza quedó como una puta cualquiera a la que nadie quiere, apartada en una esquina de algo parecido a una habitación. El éxito era llenarse, hasta reventar. Moderse como lobos y dejar la carne viva, para reírse de la muerte. Ahorcarse a base de retos, y miradas que retan. Dos barrigas muy lejos de parecer torpes al ritmo del mar. Un ombligo curioso que quiere conocer al otro. La música abrazaba los cuerpos, pero también el momento, juntos en un cosmos, en un mundo que ya no era para nada físico. Las mentes para ese punto ya habían perdido todo sentido, toda noción, habían pasado meses en en ese instante, incluso años, su barba ya era enorme y lo cubría todo en algo que prometía no haber final. Se hicieron daño, ¿pero que es lo sobrenatural de la vida sin daño? ¿qué le da sentido a la felicidad?. El lecho se abría para dejarlos caer en un estallido de un montón de historias que ahora se resumían a esa. El pasado y el futuro danzaron juntos por mucho tiempo. Jugaron a la vida, y nunca quedo claro si ganaron o perdieron, porque ese no era el fin, no había un ganador, no había una competición, todo fluía de manera que las reglas humanas quedaban reducidas a una simple broma macabra que era imposible de seguir.
Se reían así con la boca abierta y el culo al descubierto de Dios. 
Nunca se preguntaron como habían coincidido en el camino, ni que los llevo a retar lo imposible, pero ahí estaban.
Con cuerpos convertidos en baterías, en armónicas, y en pájaros que solo querían volar.
Veneno en la sangre.
Culebras que se querían matar.
Lobos.
Sangre y sudor.
Cualquier cosa podía ser posible. Y lo consiguió.

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