jueves, 9 de febrero de 2012

Paraíso querido.





Éste país es frío, la gente es rara, y no estás tu, vamos, que no es el hogar. Me llaman inmigrante y yo siento una nostalgia pasada de generación en generación por los que tuvieron que hacer esto antes que yo, la solidaridad no existe, y los grados bajo cero se clavan en mi mirada para cada día volverme más y más fría.
Ahora ya no camino por una isla, cojo trenes, veo granizar (que nunca lo habia hecho), veo cosas nuevas todos los días... pero nada tiene que envidiarle el paraíso, tu sabes...
Las calles siempre están mojadas, y no porque las comadres limpien a golpe de fregona la puerta de sus casas, costumbre que desde pequeña he tenido que observar, esa humedad se queda impregnada en mis pies para, a veces, decirme; "sal corriendo en busca del sol de verdad", pero solo saco un cigarro, me lo enciendo y respiro.
Dicen que los principios son duros, y mas los principios por necesidad, y yo me intento convencer todos los días de que queda menos para el verano, y que todo será menos duro, que aquí el tiempo pasa volando, porque los dias solo duran unas pocas horas, para dejar paso a unas noches largas e inmensas.
Echo de menos la vida en las calles, el trasnochar sin pasar frío, los atardeceres de las canteras, tu espalda...
Pero esto es así, y hay que conseguirlo cueste lo que cueste, que lo hago por mi, por ti, por ellos.
En resumen, sólo dejo de congelarme porque sé que en el Atlántico hay luces que me dan calor incluso a miles de kilometros de distancia, y que la tuya, es la que más brilla.

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